
Dopamine Style
Por Ivania Garrido Imagen y estilo de vida con propósito Sobre mí Soy Ivania Garrido, psicóloga, coach de imagen y
Miramos a Brasil por el sol, por el calor, por el cuerpo brillando en la playa y la promesa de un carnaval eterno. Pero Brasil no es lo que creemos. Brasil no es Sudamérica. Es su propio planeta.
Hablan un idioma que nadie más habla en el vecindario. Tienen una bandera que parece diseñada por alguien que jamás pisó los Andes. No tienen necesidad de compararse. Y eso ya dice mucho.
Y la comida… Ah, la comida. No hay un solo Brasil culinario: hay cien. Desde el tacacá amazónico que te quema el alma, hasta una feijoada en domingo que parece un ritual religioso. Comer en Brasil no es solo comer. Es pertenecer.
Y en medio de esa jungla urbana llamada São Paulo, donde cada barrio es un país distinto, me encontré con algo que no debería existir… pero existe.
Un chef, Tom Peñafiel. Padre chileno. Madre argentina. Criado entre asados de domingo, rock latino y cuecas mal bailadas. Y ahora dueño de una parrilla popular en pleno corazón paulista.
La llamó Chimichurri Parrilla. Porque si vas a ponerle nombre a un templo de la carne, que sea con sabor a leyenda. Ese aderezo verde que nadie sabe bien qué lleva.
Acá no se juega al tango impostado. Esto es una parrilla real. Brasas vivas. Cortes jugosos que no aparecen en los menús turísticos. Música sudamericana sonando fuerte mientras los cuchillos repiquetean y las manos sirven hamburguesas que han sido declaradas, sí, oficialmente, las mejores de São Paulo. Y en esta ciudad, donde se come como en pocas partes del mundo, eso no es poca cosa.
Puedes probar empanadas de filete mignon y cortes de roast beef de wagyu, bife ancho o angus argentino que parecen haber bajado del cielo, directo a la parrilla. Carnes jugosas, feroces, bendecidas por el fuego lento.
La espera puede ser larga para conseguir mesa. Pero como esto es Brasil, nadie se queja. Te tomas una caipirinha en la vereda, comes unas empanadas calientes y conversas con los otros clientes, que no están apurados por nada. Gente alternativa, de esas que usan poleras de bandas que no conoces, anteojos con marcos gruesos, pelos afro que bailan con el viento, y grupos de jóvenes hambrientos que saben, lo saben, que el premio al final de la fila vale cada minuto.
Encuéntralo en Av. Prof. Alfonso Bovero, 730 – Perdizes, São Paulo, Brasil.
Rodrigo Siderakis
Periodista
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